No pensar
más y contar los adoquines, mientras por rendijas de la espera escurre la
miradas esa sombra. No pensar más. Caminar e ir marcando con sangre el camino
recorrido. Contar los adoquines. No pensar y dejarse ir. Silbar al descuido
mientras voy buscando recuerdos en bolsillos raídos. No pensar más y aumentar
la tarifa de peaje hacia el ensueño. Soñar hasta enloquecer mientras sostengo
las naves del portal del infinito. No pensar e ir contando estrellas sin contar
la tuya y la mía. Cuidar que no se apaguen los cirios antes de verle la cara al
Sol. Humean esas velas y a través de ese humo se conectan mil infiernos.
no pensar
más
contar los
adoquines
después
morir
Mi mente
anda de fiesta, loca brinca en el bazar de las ofertas. Alzó la cara, dejó de
mirar los adoquines queriendo ver el cielo. Alzó sus ojos para buscar en el
entorno la mirada fogosa del día feriado y solo halló el perfil de una mujer
vieja que sonrió dulcemente, más su sonrisa, dolorosa mueca, goteaba grises
sobre sus mejillas. Mejor verla muerta y no sonriente, coqueteando a las
quimeras.
No sonreír,
ni pensar. Echarse en cruz sobre los adoquines y darle un beso a alguna huella.
hay unas
huellas
sobre la
senda izquierda.
velo
nocturno
No pensar
más. Mejor echar el cerebro en un vaso de cristal azul y darlo a los gnomos
para que lo entierren en una cueva cerca del centro de la Tierra. No pensar que
hubo un día blanco, mejor ponerse un sombrero de paja amarilla que refleje el
desconsuelo que lleva colgado en sus hombros. Vestir falda color violeta, irse
hasta el jardín del olvido y obligarse a no pensar que hubo un día en que tuvo
dados marcados. O mejor será vestir un reboso negro y dejar que la gente
murmure, que digan que no sonríe porque donde tenía el rostro hay una careta.
No pensar,
ni cantar, ni volar, solo caer y caer. Hundirse en sí misma. Caminar sobre el
cuerpo de la noche y tapar la desnudez de los secretos.
ya no hay
jardines
hay canopes
sin flores.
careta y
silbos
Ana Lucía
Montoya Rendón
Abril 2011
No pensar
más y contar los adoquines, mientras por rendijas de la espera escurre la
miradas esa sombra. No pensar más. Caminar e ir marcando con sangre el camino
recorrido. Contar los adoquines. No pensar y dejarse ir. Silbar al descuido
mientras voy buscando recuerdos en bolsillos raídos. No pensar más y aumentar
la tarifa de peaje hacia el ensueño. Soñar hasta enloquecer mientras sostengo
las naves del portal del infinito. No pensar e ir contando estrellas sin contar
la tuya y la mía. Cuidar que no se apaguen los cirios antes de verle la cara al
Sol. Humean esas velas y a través de ese humo se conectan mil infiernos.
no pensar
más
contar los
adoquines
después
morir
Mi mente
anda de fiesta, loca brinca en el bazar de las ofertas. Alzó la cara, dejó de
mirar los adoquines queriendo ver el cielo. Alzó sus ojos para buscar en el
entorno la mirada fogosa del día feriado y solo halló el perfil de una mujer
vieja que sonrió dulcemente, más su sonrisa, dolorosa mueca, goteaba grises
sobre sus mejillas. Mejor verla muerta y no sonriente, coqueteando a las
quimeras.
No sonreír,
ni pensar. Echarse en cruz sobre los adoquines y darle un beso a alguna huella.
hay unas
huellas
sobre la
senda izquierda.
velo
nocturno
No pensar
más. Mejor echar el cerebro en un vaso de cristal azul y darlo a los gnomos
para que lo entierren en una cueva cerca del centro de la Tierra. No pensar que
hubo un día blanco, mejor ponerse un sombrero de paja amarilla que refleje el
desconsuelo que lleva colgado en sus hombros. Vestir falda color violeta, irse
hasta el jardín del olvido y obligarse a no pensar que hubo un día en que tuvo
dados marcados. O mejor será vestir un reboso negro y dejar que la gente
murmure, que digan que no sonríe porque donde tenía el rostro hay una careta.
No pensar,
ni cantar, ni volar, solo caer y caer. Hundirse en sí misma. Caminar sobre el
cuerpo de la noche y tapar la desnudez de los secretos.
ya no hay
jardines
hay canopes
sin flores.
careta y
silbos
Ana Lucía
Montoya Rendón
Abril 2011